Al espejo se miró
cierta vez un jorobado,
y al verse, encolerizado,
de un bofetón lo rompió.
Mas nada pudo evitar
con su rabia inoportuna,
pues los pedazos a una
volviéronle a retratar.
Y al paso que los rompía
su número se aumentaba
y en más partes se miraba,
mientras más se enfurecía.
Quien recibe como insulto
la amigable reprensión,
pone, por su presunción,
sus defectos más de bulto.
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