Ambos santos eran soldados imperiales, probablemente inscritos en el ejército de Nerón, que fueron responsables de la custodia de los apóstoles Pedro y Pablo, encarcelado en la prisión de Mamertina antes de su martirio. Los dos guardianes, fascinados por las palabras y aturdidos por sus milagros, pidieron ser bautizados. Como en la prisión carecían del agua necesaria para el sacramento, el apóstol Pedro hizo la señal de la cruz en dirección de la Roca Tarpeya, y de ella salió agua en abundancia. Una vez bautizados, los dos carceleros le abrieron las puertas de la cárcel y se les invitó a Pedro y a Pablo a escapar.
Al escuchar la noticia de la conversión de sus carceleros, el juez Paulino ordenó el arresto de ambos y trató de disuadirlos con atroces e innumerables torturas: Proceso y Martiniano fueron sometidos a la contusión de boca, son azotados y atormentados con la pena del fuego y luego fueron expuestos a los escorpiones. Otra versión cuenta que el juez se queda ciego, es poseído por el demonio y muere a los tres días, por el daño infligido en los carceleros. Enfurecido su hijo Pomponio, y achacándolo a hechizos y magias de los mártires, dio parte a Nerón, y el emperador encargó a Cesáreo, prefecto de la ciudad, que los mataran. En este punto, fueron "golpeados con la espada", que es ser decapitado, según informa el Martirologio Romano, en la Vía Aurelia el 2 de julio del año 69, al mismo tiempo que el apóstol Pablo, quien también fue sometido a esta muerte.
Se dice que, después de su ejecución, una mujer llamada Lucina recogió los cuerpos, enterrándolos en su cementerio privado.
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