Una noche, mientras Zoé rezaba ante la tumba del apóstol san Pedro, fue vista por unos enemigos de Cristo, que la delataron por cristiana. Fue apresada y conminada a sacrificar a Marte, a lo que ella se negó, diciendo con sarcasmo: "Más le agradaría Venus a este tu dios, que no yo". La encerraron en una lóbrega prisión durante una semana, sin darle de comer ni beber. Al cabo, la llevaron ante el presidente Flaviano, que volvió a insistirle que sacrificara, y como se negó la condenó a ser colgada del cabello y a morir ahogada con el humo de una hoguera que encendieron bajo sus pies.
Aún colgada y aspirando aquellos vapores asfixiantes confesaba valientemente el nombre de Cristo hasta alcanzar la gloria, el 5 de julio de 284.
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