Margarita Santísima, que en los primeros pasos de tu juvenil edad, abriste los ojos para ver y huir el arriesgado golfo de la mundana vanidad: acuérdate desde lo eminente de tu celestial habitación de quien hoy, no con mundanos elogios, sí con fervorosas súplicas, alaba a aquel Divino Creador que supo de tan cruel muerte sacar saetas de fuego que hirieran tu corazón, trayendo para sí la preciosa Margarita de ti misma: acuérdate, seráfica Margarita, de los que humildes te rogamos seas nuestra intercesora en todas nuestras miserias, siendo remedio en las necesidades espirituales y corporales de tus devotos: atrae, santa gloriosa, con tus súplicas, al gremio de la Iglesia a todos los infieles, herejes, apóstatas y cismáticos; reduce a la gracia a los que están en pecado mortal, para que imiten la puntual obediencia con que te convertiste a la voz de tu Amado; haz que todos le amemos y sirvamos como tú lo hiciste. Amén.
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