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Un hombre tenía un asno y un caballo. Cierta vez iba con sus dos animales y durante el camino el asno le dijo al caballo:
–Si en algo valoras mi vida hazte cargo de una parte del peso que llevo.
El caballo se hizo el sordo y el asno, vencido por la fatiga se desplomó, muriendo al instante.
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El dueño levantó toda la carga y la puso encima del caballo, añadiendo además la piel del asno, pues deseaba conservarla. El caballo, agobiado por el peso, se lamentaba: –¡Qué mala suerte! No quise cargar con una parte y ahora me toca llevarlo todo, inclusive la piel del asno.
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Cuando los grandes aceptan compartir con los pequeños las dificultades, estas se hacen más soportables para ambos.
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