Laura vivía en el campo con sus padres. Era una buena hijita, pero tenía un defecto: Laura era muy caprichosa con la comida; no le gustaba esto, no le gustaba aquello, y su familia, que no era rica, estaba a menudo incomodada por esta delicadeza inútil.
Un día, al empezar a cenar, Laura se puso a decir: - Nuestra sopa está demasiado sosa hoy, me es imposible comerla.
No quiso cenar y soltó su cuchara en la mesa.
- Haz lo que te parezca -le dijo entonces su padre-, tu madre preparará para esta noche una sopa mejor.
Habiendo dicho esto, el padre entró al huerto para coger patatas y encargó a Laura que las pusiera en unos sacos.
Este trabajo duró largo tiempo y cuando se puso el sol volvieron para la cena. La madre sirvió la sopa.
- ¡Ah! -dijo Laura-, esta sopa está mucho mejor que la de esta mañana -. Y se comió un plato lleno.
Entonces, su padre se echó a reír y le dijo:
- Sin embargo es la misma sopa que te ha parecido tan mala a mediodía. Ahora te parece muy buena porque has trabajado y tienes hambre. Con la actividad nos entra apetito y nos hace encontrar excelentes los manjares que nos parecían insípidos.
Los niños deben evitar mostrarse caprichosos y difíciles en su alimentación. Para ellos es un deber hacer un esfuerzo comiendo de todos los alimentos preparados para la familia. De otra forma, se hacen incómodos y adquieren malos hábitos.
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