Un niño, lleno de agilidad, iba saltando en medio de un jardín y jugueteaba entre las flores y las hierbas. Una avispa dorada se balanceaba sobre sus alas y revoloteaba alrededor de él. La belleza de su color y el oro que brillaba en las alas del insecto dan de repente al imprudente niño el deseo de apoderarse de ella.
De inmediato, cerrando a medias la mano, la vuelve rápidamente hacia el animal zumbador; pero no puede cogerlo y la avispa vuela lejos de allí. La sigue con rapidez pero ella, ágil y viva, da mil vueltas en el aire hasta que, cansada, se posa en el delicado seno de una rosa roja. El niño no la pierde de vista; anda muy despacio de puntillas, cuando está muy cerca de ella, avanza rápidamente la mano y agarra, a la vez, a la rosa y a la avispa. Esta, irritada, saca de pronto su dardo agudo que tenía escondido y provoca una dolorosa herida en la mano del joven imprudente que da unos gritos agudos pidiendo socorro y cae desfallecido.
Esta historia nos enseña que hay que tener cautela con lo que no conocemos pues a menudo nos encontramos el aguijón debajo de la rosa, y el lobo bajo la piel del cordero.
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