El sexto mandamiento de la Ley de Dios es: "No cometerás actos impuros". Y el noveno: "No consentirás pensamientos ni deseos impuros".
El primero de estos dos mandamientos manda que seamos puros y castos en obras y palabras, y el otro, que lo seamos en pensamientos y deseos. Y ambos mandamientos nos prohíben todos los pecados contra la pureza.
Decimos que una persona es pura y casta cuando no hace, dice, piensa ni desea cosa alguna de la cual deba sentir vergüenza.
Los cristianos debemos amar la pureza, porque por la gracia santificante somos templo de Dios y habita en nosotros el Espíritu Santo.
Tenemos, pues, que evitar las acciones deshonestas, las conversaciones sobre cosas obscenas, las lecturas y espectáculos inmorales y los pensamientos y deseos impuros.
Los medios principales para guardar la pureza son la confesión y comunión frecuentes, la devoción a la Santísima Virgen y la huida de las ocasiones peligrosas.
Decimos que una persona es pura y casta cuando no hace, dice, piensa ni desea cosa alguna de la cual deba sentir vergüenza.
Los cristianos debemos amar la pureza, porque por la gracia santificante somos templo de Dios y habita en nosotros el Espíritu Santo.
Tenemos, pues, que evitar las acciones deshonestas, las conversaciones sobre cosas obscenas, las lecturas y espectáculos inmorales y los pensamientos y deseos impuros.
Los medios principales para guardar la pureza son la confesión y comunión frecuentes, la devoción a la Santísima Virgen y la huida de las ocasiones peligrosas.
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