Un hombre mayor que tenía casi sesenta años tenía un hijo de catorce. Un pequeño burro debía llevarlos hasta la ciudad donde estaba ese día el mercado.
El padre subió el primero en el burro, pero después de dos leguas de camino el niño empezó a cansarse y lo seguía de lejos con mucha dificultad, pues hacía mucho calor. Los que los veían pasar no escatimaban sus críticas y decían que este hombre se equivocaba al dejar ir a pie a un chico tan joven. Entonces el padre bajó y cedió el sitio a su hijo.
Pero esto resultó extraño para los que lo vieron. La gente decía que el hijo era muy ingrato y de mala naturaleza de dejar así a su padre ir a pie, mientras que él iba cómodamente montado.
Entonces el padre y el hijo subieron juntos en el burro, pero encontraron todavía más críticas: "¡Qué crueles, montar así los dos sobre esta pobre bestia que apenas basta para llevar uno solo!".
Escuchando esto, bajaron los dos y fueron a pie, pero los que los veían ir así se burlaron de ellos diciendo: "Esta gente es tonta, van a pie mientras que su burro, que podría aliviarles llevándolos, va con comodidad delante de ellos".
De este modo, no pudieron contentar a todo el mundo, por lo que resolvieron hacer su voluntad y dejar a la gente la libertad de juzgar según su fantasía.
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