Padre nuestro que estás en el Cielo, Tú que eres el consuelo de todos los que en la tierra gimen, dirige benigno tus divinos ojos hacia nosotros, pobres desgraciados; no nos abandones nunca en nuestra triste situación y haz que, lejos de desesperarnos en la desgracia, tengamos la fortaleza necesaria para sufrirla con resignación; en tus misericordiosas manos ponemos nuestro destino, y ya que aun cuando sin mérito nos llamemos tus hijos haz que algún día podamos disfrutar de tu divina presencia. Amén.
(Del cuento de Calleja "La luciérnaga")
No hay comentarios:
Publicar un comentario