Te doy gracias, Señor, por la merced que me has hecho, permitiéndome asistir hoy al santo Sacrificio de la Misa, con preferencia a tantos otros que no han tenido la misma dicha, y te pido perdón de todas las faltas que he cometido, por la inactividad y disipación en que he dejado a mi pensamiento en tu presencia.
¡Que este sacrificio, Dios mío, me purifique de lo pasado y me fortifique para lo futuro!
Voy ahora lleno de confianza a las ocupaciones donde me lleva tu voluntad. Me acordaré todo este día de la gracia que acabas de hacerme, y me dedicaré con el mayor esmero a conservar el fruto de la Misa que acabo de oír. Esto es lo que me propongo con tu auxilio.
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