¡Oh, Dios mío, qué bueno eres que te has dignado perdonarme! Después de tantas recaídas parece que debieras haberte cansado de mí y de mis promesas; pero tu misericordia es tan grande que aún te has dignado admitirme en el número de tus hijos.
¡Gracias, oh mi Dios, Señor y Padre amorosísimo! Desde este momento quiero dar a conocer a todos y probar con mi conducta que verdaderamente me he reconciliado contigo. Dame ¡oh Señor y Dios mío! la fortaleza que necesito para triunfar de mis pasiones y de mí mismo. Así sea.
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