¡Cuántas faltas, oh mi Dios, he cometido después de tantas protestas de fidelidad como te he hecho y después de tantos beneficios recibidos de tu paternal bondad! Perdóname otra vez, te lo suplico. Perdóname por tu infinita misericordia, por los méritos y crueles tormentos de tu Santísimo Hijo, mi Salvador, y por los méritos de su Santísima Madre, que tan acerbo dolor experimentó al pie de la Cruz al ver expirar a su divino Hijo.
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