A ti, ¡oh patriarca glorioso San José!, a ti nos consagramos; en nuestras manos ponemos nuestros corazones, los cuales una vez, limpios y purificados, dignos serán de presentarse a Jesús, único camino que conduce a Dios, a la patria feliz de la gloria.
Levántese el hombre, dice el salmista, hasta el profundo corazón de Cristo, y Dios será exaltado. Mas ¡oh dolor! ¿quién nos dará el esfuerzo que se requiere para llegar al corazón de Jesús e introducirnos por su llaga? ¿Quién? Tú, José. Por esta razón te ha nombrado la Iglesia su Patriarca; por esto bajo tu manto protector se acogen todos los cristianos. Pero es tu voluntad decidida que amemos a tu Hijo y Esposa si nos queremos hacer dignos de que derrames sobre nosotros las abundantes gracias de que dispones en el Cielo.
JACULATORIA. Dame la santa perseverancia a fin de que, por tu intercesión, Jesús y María me admitan en su gloria. Amén.
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