martes, 18 de enero de 2022

HIMNO MISTERIOS Y VIDA DE SAN JOSÉ

En la fiesta del célebre varón José todos los cristianos deben cantar y exultar, porque sus méritos nos llevan a la alegría con la madre de Jesús, María.
Nacido en Belén de linaje real, de estirpe adinerada, sin embargo ganó su alimento y atuendo trabajando con habilidad y destreza.
Cumplió la promesa hecha al Altísimo de que nunca contraería matrimonio aun siendo viejo, y que la unión carnal de la naturaleza corrupta no le atraería nunca.
Pero en aquellos tiempos vivía en Jerusalén una virgen más hermosa que todas las demás, que fue entregada al templo de Salomón como era costumbre entre los judíos.


Cuando llegó a la edad de catorce los superiores del templo querían darle marido, pero ella respondió que del cielo tenía otros dones primordiales.
Sin embargo no podía la toda santísima rehuir el mandato del Señor que debía ser unida con aquel cuya vara se viera florecer.
Después mandaron que durante tres días nadie probara bocado ni se alejara del templo, sino que oraran intensamente si algo estuviera prescrito sobre la castísima virgen.
Aún no habían terminado su oración temblorosos, he aquí aparece un mensajero en la asamblea diciendo que se traigan varas, y cuya vara florezca sea esposo de la siempre virgen.


Reconociendo José ser llamado por Dios a socorrer sin demora, se dieron los dos la mano derecha y se entregaron las arras, prendas de fidelidad.


Después de haber completado la obra más alta siguieron los dos el camino a la cumbre del Monte de Jerusalén con pasos humildes, el santísimo esposo José con la encomendada.
Cuando vio que el vientre purísimo se hinchó, ignorando el santo misterio de Dios, se propuso huir para no publicar lo que era secreto.
Más tarde en su lecho en sueño profundo el arcángel de Dios enviado de lo alto le dijo: debes aceptar sin duda alguna a la que por madre el Padre dio a su hijo.


Después que la luna alumbrara nueve veces la faz de la tierra, fueron sencillos a la ciudad de David en la tierra palestina, según la orden del soberano romano.
Los rayos del sol ya no iluminaban la tierra cuando alcanzaron la ciudad de Palestina, donde la noche entera pasaron despiertos bajo techo ajeno.
Allí dio a luz la sacratísima encinta a su único hijo, el rey de los astros, al que alaban los ejércitos angélicos y también José con lágrimas en los ojos.


Decid, oh cristianos, qué alegría tan grande ver en esa edad al Hijo de Dios hecho hijo putativo suyo.
Después de que la persecución del rey estalló, apresuradamente huyeron a Egipto, donde vivieron siete años muy pobres lejos de la patria.


Ahora dinos, santísimo patriarca, ¿qué sentiste entonces en la casa de Dios, cuando Jesús se quedó y la madre sufría, para hacer la obra de su Padre Dios?


Rompiste en lágrimas al ver el dolor de la que recibiste como esposa tuya del hijo perdido en campos de Jerusalén y hablando con los altísimos fariseos.
Ay, qué día feliz tan grande y santo, feliz también para los de arriba, cuando los coros angélicos te llevaron a la alegría del cielo.


Ahora, pues, corred, oh devotos de José, llevad ofrendas al templo sublime, por los méritos del santo, que los ángeles tienen en su trono elevado.
Gloria al Señor, uno y trino, el que reina desde lo más alto del cielo, que también a nosotros nos dé una vida que nunca tenga fin. Amén.

GLORIA A DIOS, MARÍA Y JOSÉ

 
 

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