Ya José, terminada del día la faena,
en el umbral enjuga de su frente el sudor;
y la Virgen María, para la parca cena,
las escudillas lava con sus manos de flor.
De la luna que nace, la claridad serena
envuelve la Casita, dulce nido de amor;
en el huerto inmediato hay olor de azucena
y aleteos de tórtolas y agua que hace rumor.
Y adentro, -cayó acaso de la altura un lucero?-
como una palomita que se acoge al alero
para esperar del día nuevo la nueva luz;
como un lirio que pliega, para soñar, su broche;
encanto de los cielos, sol que alumbra la noche,
en su pequeña cuna duerme el Niño Jesús...
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