"Anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo" (Mc 5,1-20)
Señor Jesús, comenzamos una nueva, semana y tu evangelio nos narra este encuentro tuyo con aquel hombre. Y nos deja una pregunta y una exhortación.
Como aquel, también nosotros nos preguntamos hoy qué tienes que ver con nosotros, por qué te has fijado en mí, qué tengo yo que a Ti te interesa, por qué yo y no otros, por qué ahora y para qué ahora.
Señor Jesús, me gustaría contestar que tienes que ver conmigo porque me has pensado, elegido, llamado y enviado.
Porque me quieres sin medida y me acoges y perdonas incondicionalmente.
Porque tu evangelio es mi hoja de ruta y mi gps, aunque a veces no le haga caso y decida ir por mis caminos.
Porque en Ti estoy en casa y quiero lo que Tú quieras.
Señor Jesús, hoy me pides que anunciemos lo que haces en nuestra vida.
Por eso intentaré hoy reservar un espacio para repasar mi historia contigo y dar gracias por cada momento, cada experiencia y cada episodio en el que he sentido tu presencia.
Señor, aléjame del riesgo de acostumbrarme a Ti.
Gracias, Señor, porque has estado grande conmigo y tengo mucho que contar de nuestra amistad.
Gracias por estar en mi vida. Acompaña mi jornada…
Así te lo pido. Así sea.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.
Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente:
«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes».
Porque Jesús le estaba diciendo:
«Espíritu inmundo, sal de este hombre».
Y le preguntó:
«¿Cómo te llamas?».
Él respondió:
«Me llamo Legión, porque somos muchos».
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:
«Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos».
Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar. Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca. Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo:
«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti».
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.
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