jueves, 20 de enero de 2022

MEDITACIÓN JUEVES II TIEMPO ORDINARIO C (P. Damián Ramírez)

"Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo" (Mc 3 7-12) 

Señor Jesús: estamos viviendo un momento complicado. Pocas noticias buenas, demasiadas noticias que generan en nosotros incertidumbres, miedos y un desánimo que ya se hace costoso soportar. 
Tu Evangelio de hoy nos recuerda que todos los que sufrían de algo se te echaban encima para ser sanados ¡cómo nos gustaría poder ser hoy de aquellos! 
Señor Jesús, necesitamos más que nunca renovar nuestra confianza en Ti, nuestro convencimiento de que la fe mueve montañas, nuestro compromiso de ser, en medio de la tiniebla y la desesperanza, ánimo, luz y ganas de vivir. 
Necesitamos tu presencia entre nosotros.  Necesitamos que, una vez más, nos sanes y nos salves. 
Señor Jesús, haz que mantengamos el tipo, que nuestro ánimo no decaiga, que nuestras palabras sean esperanzadoras y luminosas. 
Que para con todos tengamos tiempo de escucha y el abrazo que reconforta y hace sentir al otro en casa. 
Que nos creamos verdaderamente que Tú habitas en nosotros y eso nos hace ser tus ojos, tus manos y tu corazón para quienes nos rodean. 
Señor Jesús, hay muchas personas a nuestro alrededor que no pueden más. Haznos para ellas ser un amanecer, apoyo y acompañamiento. 
Necesitamos que estés cerca. Cuida de nosotros.  Haz que hoy te sintamos vivo y verdadero, al igual que lo estás en la Eucaristía, Señor y Amigo. 
Así te lo pedimos. Así sea.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 7-12

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.
Al enterarse de las cosas que hacia, acudía mucha gente de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío.
Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.




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