domingo, 2 de enero de 2022

MEDITACIÓN DOMINGO II DE NAVIDAD (P. Damián Ramírez)

¡Buenos días!
Se cuenta una anécdota de Alejandro Magno, el gran conquistador macedonio, que en cierta ocasión se le acercó un mendigo y le pidió pan para comer.  Alejandro Magno llamó a uno de sus sirvientes y le dijo que le dieran el gobierno de tres ciudades, a lo que el mendigo se extrañó y le preguntó que por qué le daba tanto cuando él había pedido tan poco. Alejandro Magno le respondió: 
“Tú me pides al nivel de lo que eres, y yo te doy al nivel de lo que soy“.
Dios nos ha dado al nivel de lo que es y ni eso sabemos valorarlo muchas veces y pretendemos solamente anhelar o soñar con migajas, cuando Él nos quiere dar mucho más, todo lo que necesitamos y quizás no todo lo que valoramos.
“La luz vino a los suyos y los suyos no la recibieron. Pero a los que la recibieron les da poder para ser hijos de Dios”, nos dirá hoy el evangelio.  
Valoremos lo que se nos da, aunque ciertamente ni lo merezcamos recibir.  Dios es así .

 

Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.




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