Érase una niña bonita. Le decían todos ternezas y le hacían dulces halagos. Tenía la niña una muñeca. Era la muñeca muy rubia y su lindo nombre Cordelia. Una vez érase que se era.
La muñeca, claro, no hablaba, nada decía a la chicuela. "¿Por qué no hablas como todos y me dices palabras tiernas?". La muñeca nada responde. La niña, enojada, se altera. Tira la muñeca en el suelo y la rompe y la pisotea. Y habla entonces por un milagro antes de morir, la muñeca: "Yo te quería más que nadie aunque decirlo no pudiera...". Una vez érase que se era.
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