jueves, 2 de junio de 2022

SANTOS MARCELINO Y PEDRO, MÁRTIRES


Pedro y Marcelino sufrieron mucho bajo la persecución del malvado emperador Diocleciano, hacia el año 303. Su culto fue tan importante que después de que se restableció la paz en la Iglesia, Constantino construyó una basílica en su honor, (sus nombres son mencionados en el Canon de la Misa).
Pedro, estaba preso en Roma, bajo el dominio del emperador Diocleciano quien había declarado una persecución sangrienta contra todos los cristianos.
Fue condenado por un juez llamado Sereno, por haber confesado la fe cristiana. A continuación, se narra su historia junto con la de Marcelino:
En aquellos tiempos, Pedro había liberado a Paulina, hija de Artemio, quien era el jefe de la cárcel, de las ataduras de un espíritu maligno que la atormentaba día y noche y no lograban sanarla de ninguna manera.
Tras el exorcismo de Pedro; Artemio, su esposa, los integrantes de toda su casa, juntos con sus vecinos que habían corrido junto a él para ver el extraño suceso, se convirtieron a Jesucristo, creyendo en Él como único y verdadero Dios.
A raíz de todas estas conversiones tan numerosas, Pedro los llevó a todos con el sacerdote Marcelino, para que todos fuesen bautizados.
Cuando el Juez Sereno escuchó hablar de todo esto, llamó a Pedro y a Marcelino ante él, y los reprendió fuertemente, añadiendo a sus palabras, grandes amenazas, terrores, y torturas a los que serían sometidos a menos que negaran a Jesucristo.
Marcelino le respondió con audacia cristiana que nunca renegaría de su fe, con lo cual fue llevado ante los verdugos para que fuese azotado cruelmente, luego lo separó de Pedro, y lo encerró completamente desnudo en una prisión que tenía todo el piso lleno con incrustaciones de cristales rotos, sin comida ni luz.
Pedro también se niega rotundamente a rechazar la fe cristiana, con lo cual también fue enviado a que recibiera los azotes.
Después de recibir horribles torturas y sin ánimo de renegar de su fe en Jesucristo, Marcelino y Pedro fueron conducidos en secreto a un bosquecillo que llevaba el nombre de Selva Negra y con un espíritu inquebrantable de su testimonio en la fe, gloriosamente derramaron su sangre a través de la decapitación, confesando a Jesucristo como único y verdadero Dios. Murieron en el año 304.  

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