Santa Benilde de Córdoba fue una anciana viuda que vivía en Córdoba. Corría el año 853 cuando se desencadenó una persecución contra los cristianos, y el día siguiente del martirio de los Santos Anastasio, Félix y Digna, se presentó a los jueces. Benilde, pese a sus años, confesó su fe. Su actitud le costó la vida, siendo decapitada e incinerada para desperdigar sus restos en el río. Sin embargo, antes de esparcir sus restos por las aguas del Guadalquivir, su cuerpo sin cabeza fue colgado en unos palos y expuesto a toda la ciudad.
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