Enfurecido este al ver que nada podía lograr, la entregó, como cristiana, en manos del gobernador, a quien prometió una fuerte recompensa para el caso de que la conquistase para sus infames apetitos. El juez mandó comparecer a aquella virgen ante su tribunal, y viendo que ninguna amenaza podía hacerla cambiar de sentimientos, la sometió a todo cuanto su rabia supo inspirarle.
Mas Dios, que jamás abandona a los que a Él se consagran, concedió tantas fuerzas a la joven mártir, que parecía insensible a todos los tormentos a que hubo de someterse. No pudiendo aquel juez inicuo vencer su resistencia, mandó poner sobre una gran hoguera una caldera llena de pez, y le dijo:
«Mira lo que te está preparado si no obedeces a tu señor».Y la santa joven respondió sin vacilar:
Irritado el tirano al oír esta respuesta, mandó que le vertieran pez derretido por su cuerpo desnudo y después arrojarla a la caldera.
«Prefiero sufrir todo cuanto pueda inspiraros vuestro furor antes que obedecer a la infame voluntad de mi amo; además, nunca habría yo creído que un juez fuese injusto hasta el punto de mandarme obedecer a los propósitos de un amo disoluto».
«A lo menos disponed, dijo ella, que sea arrojada allí vestida. Ahora veréis las fuerzas que el Dios a quien adoramos, concede a los que sufren por Él».Después de tres horas de suplicio, entregó Potamiena su alma al Criador, y así ganó la doble palma del martirio y de la virginidad.
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