"Te ruego por ellos..." (Jn 17, 1-2.9. 14-26)
Señor Jesús, todas esas personas en las colas de las oficinas de empleo, todas esas familias sin nada de donde sacar algo para sobrevivir, todas esas carencias en mil casas que intentan ser hogares en medio de tanta carestía, todos esos descartados, hambrientos en las filas del hambre... te ruego por ellos.
Señor Jesús, todas esas parejas que desean formar y tener familia, todos esos jóvenes que buscan sentido a su vida, todos esos emprendedores, todas esas madres y todos esos padres de familia, todos los que llevan sobre sí el peso de la responsabilidad, todos los servidores públicos, todos los médicos, los educadores, los sacerdotes, los acompañantes, los cuidadores... te ruego por ellos.
Señor Jesús, todas las comunidades religiosas, todos los grupos de trabajo, todos los amigos, todas las familias, todos los que empiezan una aventura, todos los que terminan una etapa, todas las comunidades cristianas, todos los que se reúnen en tu nombre, todos los que hacen felices a los demás, todos los que aman y amando son verdaderamente felices... te ruego por ellos.
Señor Jesús, todos los que hoy nacerán, todos los que hoy será su último día, todos los que hoy recobrarán la vista, todos los que hoy tendrán una nueva oportunidad, todos los que hoy reconocerán un error, todos los que hoy pedirán perdón, todos los que hoy se sentirán salvados, todos los que hoy servirán por puro gusto, todos los que caminarán junto a tantos... te ruego por ellos.
Señor Jesús, mi oración hoy te ruega por todos. Que mi oración hoy se llene de rostros conocidos y en tu rostro seamos capaces de ver el rostro de tantos desconocidos que necesitan saber que Tú los quieres sin más. Porque sí.
Así te lo pedimos. Así sea.
Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 1-2.9. 14-26
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo:
«Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado.
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».
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