"Que sean uno como nosotros somos uno" (Jn 17,20-26)
Señor Jesús, que seamos uno. Qué deseo tan inmenso para esta humanidad nuestra cada vez más fraccionada, más distanciada y más desvinculada de lo humano. Esta humanidad nuestra que cada dos por tres vive empeñada en hacer la guerra, en fomentar el odio al que busca salvarse, en ver por la televisión el drama de tantos para los que parece no haber sitio, la violencia que separa y aniquila al que piensa o cree distinto. Necesitamos ser uno. Y serlo en Ti y en tu nombre.
Señor Jesús, que seamos uno. Uno ante la guerra, uno ante el hambre, uno ante la sed, uno ante la falta de medicinas, uno ante la falta de oportunidades, uno ante el dolor y la tristeza, uno ante el sufrimiento ajeno, uno ante el reto de la educación, uno ante el cuidado de nuestra Casa Común. Necesitamos ser uno.
Señor Jesús, que seamos uno. Que hoy nuestras palabras y nuestras acciones construyan fraternidad, que seamos capaces de incluir, acercar y apoyar a los otros. Que sumemos. Que no demos de comer a la crispación y al desencuentro. Que mostremos con nuestros gestos que buscamos la unidad y que no queremos más división ni más separación. Que como el Padre y el Hijo, seamos uno. Necesitamos ser uno.
Señor Jesús, haznos uno. Que hoy pongamos nuestro granito de arena para seguir construyendo la familia humana a la que nos llamas.
Así te lo pedimos. Así sea.
Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 20-26
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
«No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».
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