jueves, 3 de noviembre de 2022

MEDITACIÓN JUEVES XXXI TIEMPO ORDINARIO C (P. Damián Ramírez)

"«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra?" (Lc 15,1-10) 

Señor Jesús, pues yo no. Yo soy de los que entre 99 y una me quedo con la seguridad de las 99. ¡Ya me gustaría a mí ser como Tú, que dejas las 99 por encontrar una descarriada!  Te ruego inspires en mí las actitudes y los modos de hacer las cosas propios de aquellos que te siguen y saben lo que supone coger la propia cruz y muchas cruces ajenas y cargárselas a la espalda. 

Señor Jesús, hazme como el hombre del que nos hablas en el Evangelio de hoy: justo, servicial, preocupado por los más vulnerables, sencillo, confiado en tu misericordia, sabedor de que mi vida está en tus manos y de que todo cuanto me pides tú sabes bien lo que comporta. Hazme buscador de verdad, peregrino hacia el Reino, pastor y maestro, discípulo y testigo tuyo en medio del mundo. 

Señor Jesús, encuéntrame. Cuando me descarríe, encuéntrame. Cuando tenga ganas de tirar la toalla, encuéntrame. Cuando sienta que no me alcanzan las fuerzas, encuéntrame. Cuando necesite tu fuerza y tu salvación, encuéntrame. Cuando dude, cuando sufra, cuando no te reconozca, encuéntrame. 

Así te lo pido. Así sea.



Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-10

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:
“Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».






 

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