viernes, 4 de noviembre de 2022

MEDITACIÓN VIERNES XXXI TIEMPO ORDINARIO C (P. Damián Ramírez)

"Había actuado con astucia” (Lc 16,1-8) 

Señor Jesús, hazme astuto. Reconozco que a veces soy despierto y ágil con lo fácil, con lo conocido, con lo que controlo, con lo que no me resulta excesivo ni me sobrepasa, pero también me sé algo lento y cobarde cuando he de afrontar circunstancias y cuestiones que me superan y ponen a prueba mi astucia y mi propio corazón. 

Señor Jesús, me gustaría que me encontraras astuto y fresco, sencillo y despierto ante lo que hoy me toque vivir. Haz que busque lo mejor en cada cosa y en cada persona. Haz que nunca haga daño a nadie, haz que no quede nunca indiferente ante la necesidad y la debilidad ajenas. Haz que utilice la astucia para ser y hacer el bien. 

Señor Jesús, que al terminar el día, aunque no todo lo haya hecho bien, aunque en algo no haya sido justo, aunque me haya dormido en los laureles, aunque no haya sido resolutivo en todo ni haya podido sanar todas las heridas, me tengas entre aquellos que por los suyos es capaz de afinar la astucia y buscar todo lo necesario para que nadie necesite más. 

Dame la astucia de los que se saben en tus manos, confiados, profundamente queridos en su pequeñez. Simples y evangélicamente humanos. Humanos y sencillamente evangélicos. 

Así te lo pido. Así sea.





Lectura del santo evangelio según san Lucas 16, 1-8

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite».
Él le dijo:
«Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”. Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él dijo:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz».






 

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