"El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará" (Lc 17,26-37)
Señor Jesús, tu Evangelio de hoy asusta un poco, bueno, a decir verdad, bastante. Cómo quieres que no pretendamos guardar nuestra vida? ¿Cómo vivir si no es intentando salvaguardar lo que somos y tenemos? ¡Con lo que cuesta conseguir y mantener cada cosa de las que tenemos! ¿Y sabes lo peor? Que la idea me gusta y que vivo enamorado de tu propuesta, aunque crea que en mí hay más de guardar que de perder.
Señor Jesús, me gustaría decir que quiero perder mi vida para recobrarla, pero te confieso que me cuesta decirlo y vivirlo, aunque sé, porque lo vivo a diario, que cuanto más la guardo, más la desperdicio. Haz de mí un discípulo capaz de vivirte, dando la vida a manos llenas. Vida compartida, vida regalada, vida donada, vida entregada, vida ofrecida para dar más vida.
Señor Jesús, enséñame a contemplarte en el pesebre, en la fila esperando ser bautizado en el Jordán, en el templo haciendo que se cumpliera la Escritura, en las calles rodeado de hombres y mujeres anhelantes de vida, salud y esperanza, en torno a la mesa, siempre rodeado de buscadores de verdadera felicidad, en la cruz dándonos todo tu cariño y tu perdón y en la mañana de Pascua, hablando de VIDA con tu vida resucitada.
Enséñame a entregar mi vida cada día. Dame la oportunidad de vivir dando vida, desgastándome por los otros, consumiéndome mientras camino y doy luz a mi alrededor.
Así te lo pido. Así sea.
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