Descansa el Divino Niño
mientras la Madre contempla
dulcemente en tu regazo,
Virgen de la Providencia.
Todo es paz, nada perturba
la belleza de esta escena,
gira el mundo y arde el sol,
Jesús es vida que alienta.
Y la tierna manecita
María en la suya aprieta:
Eres mi gozo, hijo mío,
alegría de la tierra.
La eternidad se reposa
en esa sonrisa bella:
Dios en mujer encarnado,
Dios dormido, Dios en vela.
Dios es nuestro, descansemos,
que brille la luz serena;
Dios es Padre: me abandono
y eternamente así sea.
En los brazos de una Madre,
cosas en el salmo se reza.
Gracias, Madre de Jesús,
Madre de la Providencia.
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