Oh Dios, que enseñaste a la beata Margarita a pasar de su casa real al seguimiento de tu Hijo, concédenos que, a imitación suya, aprendamos a renunciar a los placeres del mundo para dedicarnos a las cosas divinas y a superar todas las adversidades en el amor a su cruz.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
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