Engracia es la joven novia graciosa que viaja desde Braccara, en Galecia, hasta el Rosellón, en Francia, para reunirse con su amado. Dieciocho caballeros de la casa y familia la acompañan y le dan cortejo. Al llegar a Zaragoza y enterarse de las atrocidades que está haciendo el prefecto romano, se presenta espontáneamente ante Daciano para echarle en cara la crueldad, injusticia e insensatez con que trata a sus hermanos. Termina martirizada, con la ofrenda de su vida y la de sus compañeros.
El diálogo entre la frágil doncella y el cruel mandatario aparece duro y claro; ella emplea razonamientos plenos de humanidad y firmes en la fe con los que asegura la injusticia cometida -hoy se invocarían los derechos humanos-, la existencia de un Dios único a quien sirve, la necedad de los dioses paganos y la disposición a sufrir hasta el fin por el Amado; él utiliza los recursos del castigo, la amenaza, la promesa y el regalo. En resumen, la pormenorizada y prolija descripción del tormento de la joven cuenta que primero es azotada, luego sufre los horrores de ser atada a un caballo y arrastrada, le rajan el cuerpo con garfios, llegan a cortarle los pechos y le meten en su cuerpo un clavo; para que más sufra, no la rematan, la abandonan casi muerta sometida al indecible sufrimiento por las heridas hasta que muere. Los dieciocho acompañantes fueron degollados a las afueras de la ciudad.
ORACIÓN
Oh gloriosa santa Engracia, que a pesar del tiempo trascurrido desde tu gloriosa muerte no se ha conocido hasta ahora que quien, con verdadera confianza y esperanza, se acoge a tu santo y poderoso patrocinio haya quedado sin respuesta favorable en sus peticiones.
Son sin número, santa Engracia, protectora piadosísima, las maravillas que ha hecho Dios, y sigue haciendo, por tu mediación en todo el mundo para el socorro de toda clase de necesidades.
Confío en que he de ser uno de los que con agradecimiento testimonien tus grandes misericordias con el favorable despacho de mis presentes ruegos; si por mi miseria no te pido debidamente las súplicas para que agraden a Dios, enderézalas tú, te lo ruego, intercediendo con nuestra poderosísima Madre, la Virgen María Santísima, que es el medio por donde todo nos viene de Dios, y la que por gracia tiene en su mano la Divina Omnipotencia, para que así sea otorgada mi súplica.
Santa Engracia, concédeme que disfrutando yo de los honores y bienes de la Tierra, no pierda los eternos que para sus escogidos tiene el Señor preparados en el Cielo. Amén.
Son sin número, santa Engracia, protectora piadosísima, las maravillas que ha hecho Dios, y sigue haciendo, por tu mediación en todo el mundo para el socorro de toda clase de necesidades.
Confío en que he de ser uno de los que con agradecimiento testimonien tus grandes misericordias con el favorable despacho de mis presentes ruegos; si por mi miseria no te pido debidamente las súplicas para que agraden a Dios, enderézalas tú, te lo ruego, intercediendo con nuestra poderosísima Madre, la Virgen María Santísima, que es el medio por donde todo nos viene de Dios, y la que por gracia tiene en su mano la Divina Omnipotencia, para que así sea otorgada mi súplica.
Santa Engracia, concédeme que disfrutando yo de los honores y bienes de la Tierra, no pierda los eternos que para sus escogidos tiene el Señor preparados en el Cielo. Amén.
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