Glorioso san Vicente, tú que siempre intercedes ante Dios por tus devotos que te suplican con fe, y animado también de grandísima confianza por tu poderosa protección, humildemente acudo a ti con toda mi fe y toda mi confianza para que con tu santa voluntad me ayudes a remediarme, sacándome de las angustias y concediéndome los favores que te pido.
Ayúdame, santo mío, poderosísimo y clemente, sáname de las dolencias que me afligen, alcánzame de Dios la gracia de convertirme de todo corazón a Él y de servirle hasta la muerte, consuélame y aliéntame en todos mis trabajos con tu asistencia santa.
Líbrame de todos los peligros que por todas partes me rodean y consérvame siempre la salud que necesito en el alma y en el cuerpo para que de esta manera pueda cumplir los divinos mandamientos y las obligaciones de mi propio estado, y pueda también seguir honrándote a ti mismo con devoción ferviente y con toda mi tierna gratitud por tus bondades de verdadero padre para conmigo.
Escúchame, santo mío, recibe con bondad mis súplicas; y al concederme los favores que te pido y espero, bríndame también la gran dicha de imitarte en tus preciosas virtudes, especialmente en el amor a Jesucristo, Redentor Divino nuestro, en la caridad para con mis prójimos, en la mortificación de mis sentidos, en la devoción tierna y constante a nuestra amantísima Madre, la Santísima Virgen, y, en fin, en la meditación continua de mi muerte y de mi encuentro con Jesús Misericordioso. Así sea.
Ayúdame, santo mío, poderosísimo y clemente, sáname de las dolencias que me afligen, alcánzame de Dios la gracia de convertirme de todo corazón a Él y de servirle hasta la muerte, consuélame y aliéntame en todos mis trabajos con tu asistencia santa.
Líbrame de todos los peligros que por todas partes me rodean y consérvame siempre la salud que necesito en el alma y en el cuerpo para que de esta manera pueda cumplir los divinos mandamientos y las obligaciones de mi propio estado, y pueda también seguir honrándote a ti mismo con devoción ferviente y con toda mi tierna gratitud por tus bondades de verdadero padre para conmigo.
Escúchame, santo mío, recibe con bondad mis súplicas; y al concederme los favores que te pido y espero, bríndame también la gran dicha de imitarte en tus preciosas virtudes, especialmente en el amor a Jesucristo, Redentor Divino nuestro, en la caridad para con mis prójimos, en la mortificación de mis sentidos, en la devoción tierna y constante a nuestra amantísima Madre, la Santísima Virgen, y, en fin, en la meditación continua de mi muerte y de mi encuentro con Jesús Misericordioso. Así sea.
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