MEDITACIÓN VIERNES OCTAVA DE PASCUA B (P. Damián Ramírez)
"Es el Señor" (Jn 21, 1-14)
Si la alegría te invade sin saber muy bien cómo explicarlo, si sientes dentro de ti que lo más valioso que tienes no te pertenece, si te sabes consagrado desde el día de tu bautismo, si en lo hondo del alma tienes un amigo que da la vida por ti, «Es el Señor».
Si suceden cosas que no esperabas, si tus planes se desbaratan, si tus proyectos parecen no ir por donde tú quieres, si has de morir para Vivir, si el Amor más sincero, el que dio su vida por amor te llama, no temas, «Es el Señor».
Si te sientes llamado a dar la vida por otros, si en el servir te sientes grande por dentro, si siendo humilde descubres que es posible hacer grandes cosas, si pones todos tus dones en juego, si te sientes amado incondicionalmente, si la misericordia te habita y el perdón te hace grande, «Es el Señor».
Si el mundo necesita que narres la Buena Nueva con tu vida y, si fuera necesario, con palabras, si te sientes llamado a llamar, a bailar y dejarte de historias, a cantar lo que Dios hace en ti, si en la entrega la cruz te conforta y en los dolores y muertes de cada día experimentas la Resurrección, «Es el Señor».
Déjate hacer, ora con alegría, entrégate donde haya alguien que necesite escucha, apoyo, cariño y acompañamiento. En todo lo tuyo está el Señor. Todo tú eres del Señor. Estamos en Pascua, «Es el Señor».
Amén.
Texto del Evangelio (Jn 21, 1-14):En aquel tiempo, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar». Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo». Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Les dice Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?». Le contestaron: «No». Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor». Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se puso el vestido —pues estaba desnudo— y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Jesús les dice: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar». Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
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