5 de abril
Santa Irene de Tesalónica
mártir
s.IV
"Protectora contra rayos y peligro de incendios"
La santa y gran mártir Irene nació en la ciudad de Macedón en Persia en el siglo IV. Su padre era el rey pagano Licinio, quien le dio el nombre de Penélope a la joven al nacer.
Penélope era muy hermosa, por lo cual su padre la mantuvo encerrada en una alta torre que él mismo construyó; la mantenía encerrada allí con trece doncellas sirvientas, ya que su padre no deseaba que fuera expuesta a la cristiandad.
El tutor de Penélope se llamaba Apeliano, era cristiano y durante sus lecciones les hablaba a las chicas sobre el Señor Jesucristo el Salvador y de las virtudes y de la fe cristiana.
Santa Irene dedicó su vida a Cristo; la joven se negó a aceptar matrimonio con los pretendientes elegidos por su padre Licinio, el cual se enojó tanto con ella que ordenó que fuera torturada con la intención de que renunciara a Cristo.
Fue atada y arrojada bajo las patas de los caballos salvajes, pero los caballos no se movieron contra ella; sin embargo, uno de los caballos atacó a Licinio, aplastó su mano derecha y se la arrancó. El caballo continuó tratando de pisotear a Licinio, la virgen fue desatada y, con sus oraciones, Licinio resultó salir ileso y recuperar su mano, ocurriendo todo esto bajo la presencia de muchos testigos.
Tal milagro logró que Licinio y su esposa, más una multitud de personas (alrededor de 3000) creyeran en Cristo y renunciaran a los dioses paganos. Licinio también renunció a sus servicios administrativos, dedicándose al servicio del Señor Jesucristo. Santa Irene. quien vivía en la casa de su maestro Apeliano, comenzó a predicar a Cristo entro los paganos, convirtiéndolos en el camino a la salvación.
Cuando Sedecio, quien entonces era el prefecto de la ciudad, se enteró del milagro logrado por Irene, pidió le trajeran al maestro Apeliano, a quien interrogó sobre Irene, quien vivía su vida en estricta devoción a las oraciones y lecturas de los sagrados libros. Sedecio mandó a llamar a la santa y le imploró que dejara de predicar a Cristo y que ofreciera sacrificios a los ídolos paganos, pero santa Irene firmemente confesó su fe sin temerle al prefecto y preparada a recibir sufrimientos por Cristo.
Sedecio ordenó que fuera arrojada a un pozo lleno de víboras, donde duró diez días sin ser mordida, y donde un ángel la asistió trayéndole alimentos. Entonces Sedecio, quien no quiso reconocer el milagro, atribuyó los eventos milagrosos como actos de magia y demandó que continuaran las torturas, pero una vez más Irene se mantuvo ilesa.
Por todos los milagros logrados por santa Irene, y por su vida ejemplar, fue que muchas otras personas también se convirtieron a Cristo y rechazaron ídolos inanimados.
Sedecio fue reemplazado por su hijo Savoro, quien continúo la persecución contra los cristianos con más fuerza que su padre. Irene fue a Macedón para encontrarse con Savoro y sus soldados y pedirle que terminaran las persecuciones. Savoro rechazó el pedido de santa Irene; entonces ella comenzó a orar y todos los miembros del ejército quedaron ciegos. Irene continuó en oración y los soldados volvieron a recibir la vista, pero Savoro, con su insolencia, se negó a reconocer el milagro recibido, cuando un rayo lo mató instantáneamente.
Después de lo ocurrido en Macedón, santa Irene logro muchos milagros en la ciudad y decidió regresar a la torre que su padre había construido, acompañada del sacerdote Timoteo; allí logro con sus enseñanzas convertir a otras cinco mil personas.
Luego viajó a la ciudad de Calinico, donde reinaba el rey Numeriano, hijo de Sebastián; cuando la santa comenzó a predicar a Cristo, fue arrestada y torturada por las autoridades paganas, que la arrojaron dentro de tres toros de acero calentados por el fuego, pero milagrosamente a ella nada la dañó y miles de idólatras, al presenciar el maravilloso evento, se aferraron a la cristiandad.
Cuando Numeriano sospechó que se le acercaba su muerte, le ordenó a su eparca Babdono que continuaran las torturas con la santa para forzarla a que ofreciera sacrificios paganos, pero de nuevo las torturas no resultaron válidas y más personas se convirtieron a Cristo.
La santa mártir de Cristo viajó entonces a la ciudad de Constantina, a cuarenta millas al norte de Edessa. En el año 330, el rey de Persia Sapor lll (309-79) conocía también de los milagros logrados por santa Irene y para prevenir que lograra convertir a más personas a Cristo, ordenó que fuera arrestada, decapitada y enterrada, pero Dios le envío un ángel, quien la resucitó, y ella logró marcharse con rumbo a la ciudad de Mesembria, en donde las personas la vieron resucitada y, al escucharla predicar, hasta el propio rey local fue bautizado con muchos de sus sujetos.
Santa Irene, deseando convertir muchos más paganos a la fe cristiana, continúo hasta llegar a Éfeso, donde dio instrucciones y logró milagros. El Señor entonces le reveló a la santa que se le acercaba su fin. Santa Irene, con seis de sus acompañantes, incluyendo a su maestro Apeliano, abandonó la ciudad y encontró una tumba donde nadie había sido enterrado, y allí se persignó y entró en ella, ordenándole a sus compañeros que la cerraran con una piedra.
Cuatro días después, cuando los cristianos vinieron a visitar la gruta, no encontraron el cuerpo de la santa.
ORACIÓN
Oh benigna santa Irene, máxima defensora de las Sagradas Escrituras, demuestro mi admiración por ti con esta majestuosa oración. Te pido tu intercesión y la de Dios Todopoderoso para lograr conseguir la paz, en estos momentos de aflicción en mi vida. Auxíliame en el difícil momento que me ocupa. Dame la sabiduría necesaria para salir de este trance. Sé mi brújula en este complicado transitar de la vida. Por los siglos de los siglos. Amén.
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