¡Oh Dios! Cuya Misericordia supera todas tus obras, te doy gracias por los favores extraordinarios que concediste a tu sierva Faustina. Nos has manifestado, de un modo particular, el abismo de tu Misericordia, que en estos calamitosos tiempos quieres derramar abundantemente sobre toda la humanidad extraviada y dolorida. ¡Señor! Te ruego, con gran confianza, que también conmigo manifiestes tu Misericordia, concediéndome la gracia que te pido y que tanto necesito… si no es contraria a la salvación de mi alma. Te lo pido por los méritos e intercesión de Faustina pero, sobre todo, por la dolorosa Pasión de tu amadísimo Hijo y Señor Nuestro, Jesucristo, Rey de Misericordia, que contigo y con el Espíritu Santo nos la dispensa para toda la eternidad. Amén.
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