hombre amigo de cucañas,
rebosando de castañas
un estupendo barril.
Envíáronle de Tetuán
un mono de pocos años,
que por sus muchos amaños
se llamó el Gran Capitán.
Entró nuestro mono un día
de don Gil al aposento
y ocurrióle en el momento
una extraña fechoría:
Del barril logró sacar
de castañas un puñado,
y en la estufa, con cuidado,
echólas luego a tostar.
Alegre como unas pascuas,
da el comerlas por seguro,
mas hallóse en grande apuro
al mirarlas hechas ascuas.
Y notando a Zapirón
que en blando cojín dormía,
dijole: «Ven, vida mía,
dueño de mi corazón.
Aquí podrás eludir
el duro rigor del frío;
no tardes, amigo mío;
tu ausencia me hace sufrir».
Con zalamero ademán
y el espinazo encorvado,
paso a paso fuese andando
el gato hacia el Capitán.
Y este, de dulzura lleno,
le dijo: «Acércate más,
acércate y dormirás
reclinado aquí en mi seno».
El buen gato la cabeza
reclina con donosura,
y el mico por la cintura
agarrólo con destreza.
Y tomándole una mano
barre con ella la estufa;
Zapirón se encrespa y bufa
y pide venganza en vano.
Pues el monazo traidor
dice: "¡Calla, vil gatillo,
y agradece que me humillo
a aceptar de ti un favor.
Si acaso mi acción no es buena,
al hombre debes culpar,
pues él me enseñó a sacar
la brasa por mano ajena!".
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