No hay gozo ni hay aventura
mayor y más duradera
que hacer de la vida entera
una ofrenda a tu hermosura.
Que el talle de tu cintura
y el perfil de tu cadera
no hubiera artista que hiciera
en memorable escultura.
Ni cabe gentil figura,
en oro, bronce o madera,
ni mujer tan verdadera
en cuerpo de tal hechura.
¡Luna de mi noche oscura,
de mi jardín primavera,
de mi soledad postrera
consuelo, paz y ternura!
Solo a ti, feliz locura,
servir y adorar quisiera:
en vida, siempre a tu vera,
y, después de que yo muera,
recordando tu hermosura.
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