viernes, 4 de febrero de 2022

MEDITACIÓN VIERNES IV TIEMPO ORDINARIO C (P. Damián Ramírez)

"Era un hombre justo y santo" (Mc 6,14-29) 

Señor Jesús, Juan el bautista era un hombre justo y bueno. Me pregunto esta mañana cómo soy yo, qué dicen los demás de mí, con qué cualidad me definirían. Me gustaría, Señor, que también yo fuera para los demás una persona justa y santa, alguien normal, sin extremismos, equilibrado, comprometido, sencillo y humano. 

Señor Jesús, eso quiero ser para los demás: hermano, amigo, cercano. Atento, presente y familiar. Sin prisas, capaz de escuchar, solícito. Sereno, pacifico y posibilitador. Cálido, comprensible, tierno. Quiero ser como Juan, precursor, profeta y mediación. 

Señor Jesús, hazme una persona justa y santa, empeñada en ser signo tuyo en medio del mundo, capaz de iluminar y de poner sabor a la vida, realmente involucrado en la construcción de la civilización del amor, orante, convencido del poder del amor y del perdón sin límites. 

Señor Jesús, hazme como tú quieras. 

Así te lo pido. Así sea. 



Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 14-29


En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey de Herodes oyó hablar de él. Unos decían:
«Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». Otros decían:
«Es Elías».
Otros:
«Es un profeta como los antiguos».
Herodes, al oírlo, decía:
«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
«Pídeme lo que quieras, que te lo daré».
Y le juró:
«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella salió a preguntarle a su madre:
«Qué le pido?».
La madre le contestó:
«La cabeza de Juan el Bautista».
Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.





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