Marta era natural de Astorga (León) y hermana de san Vidal, legionario, padre de los Santos Justo y Pastor. Bajo el emperador Decio, los cristianos fueron obligados a apostatar de la fe y sacrificar a los dioses del Imperio. El gobernador Paterno, al tomar posesión del territorio que le cabía administrar recibió informaciones de que había en la ciudad una joven de hermosísima apariencia y de mucho ímpetu contra toda y cualquier persona que le quisiese retirar del camino de su santísima religión. El nuevo gobernador, frenético por utilizar el poder que su nuevo cargo le concedía, decidió llamar a la jovencita Marta para obligarla a sacrificar a los ídolos, pensando que no tendría ninguna dificultad para persuadir a una persona tan joven. La muchacha, al comparecer delante del pérfido administrador, lo dejó extremamente desconcertado y perturbado por causa de su belleza y tan exuberante inocencia, las cuales resultaban en una inimaginable fuerza de alma que jamás había visto. Paterno, estando totalmente desconcertado con la apariencia de la joven, intenta con mucha delicadeza persuadirla a sacrificar a los dioses. Con todo, la joven encantadora, que hasta entonces era como un cordero, se transforma en un león para defender su fe católica, apenas con su santa mirada, sin decir una sola palabra.
El alcalde, enfurecido con Marta, a pesar de no querer maltratarla por causa de sus bellas características, se decide por la tortura y mandó atormentarla cruelmente: Fue suspendida desnuda en el ecúleo (cruz en aspa) y le rasgaron las carnes con cadenas y garfios punzantes, la extendieron sobre un caballete y la apalearon con varas nudosas, luego cubrieron de sal las heridas (esto, además de ser dolorosísimo, curaba la herida para impedir que el reo muriera y poder proseguir los castigos). Fue abandonada en el calabozo donde recibió consuelo de Cristo. De nuevo intentaron convencerla, en este caso con halagos, prometiéndole matrimonio con su hijo. Pero nada hizo apostatar a Marta, por lo que finalmente fue decapitada y su cuerpo arrojado a un lugar inmundo, una cloaca, de donde lo recogió y enterró una mujer noble de Astorga.
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