Gran San Miguel, al que Dios encargó de introducir en el cielo las almas de los elegidos, te ruego por todos aquellos a los que quise y que ya no están. Dígnate visitarlas, asistirlas y socorrerlas en medio de las llamas que les queman, en la oscura prisión donde están. Haz que Dios las admita lo más pronto posible en el lugar del enfriamiento, de la luz y de la paz. Y cuando venga para mi alma la hora de bajar a esa oscura estancia, te ruego interceder por ella y venir a ayudarla. Amén.
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