"«Effetá» (esto es: «ábrete»)" (Mc 7,31-37)
Señor, Dios nuestro, hoy siento que me dices al oído, alto y claro:
Ábrete, déjame hablarte al corazón.
Ábrete, déjate de excusas y de aplazar decisiones.
Ábrete, todas tus heridas y tus temas pendientes déjame sanarlos.
Ábrete, tengo planes para ti, deja que yo guíe tu camino.
Ábrete, deja que mi Espíritu te transforme por dentro. Como a María.
Ábrete, muévete, el mundo te necesita.
Ábrete, sé mi voz, sé la voz de los sin voz.
Ábrete, sé profeta, habla en mi nombre, anuncia y denuncia, a tiempo y a destiempo.
Ábrete, sé paciente, cuenta conmigo, pero no pares, te necesito al pie del cañón.
Ábrete, cree en mí y cree en ti, apuesta por la vida, no te rindas, no estás solo.
Ábrete, sueña despierto, imagina un mundo diferente, déjate sorprender por mí.
Ábrete, sé sal y luz.
Ábrete, sé oportunidad y da oportunidades, sé posibilidad y sé posibilitante.
Ábrete, sé vida y esperanza para todos, sé dócil a mi voz.
Ábrete, si lo necesitas, vuelve a empezar.
Señor, Dios nuestro, gracias una mañana más por invitarme a abrirme a la vida.
Aquí me tienes. Como María. Haz que yo quiera lo que Tú quieres. Como María.
Así te lo pido. Así sea.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7,31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es: «ábrete»).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían:
«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
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