hacia ese mundo perdido?
-A ser alma de un nacido
la Omnipotencia me envía.
Y tú, alma mía ¿qué vuelo
sigues, ganando la altura?
-Dejo a uno en la sepultura
y voy caminando al cielo.
-Puesto que subes, hermana,
y te hallo al bajar al mundo,
dime si es... -Un caos profundo,
que llaman cárcel humana.
Prosigue, y no tan altiva,
hermana, bajes ahora;
porque vas, siendo señora,
a ser del hombre cautiva.
Que en él, con rumbo perdido,
sigue en loco devaneo
cada potencia un deseo
y un gusto cada sentido.
Pues de ansia de goces lleno,
busca el oído armonía,
el paladar ambrosía,
e impúdico el tacto, cieno.
Así sus gustos sin calma
van los sentidos gozando
mientras que a merced, flotando,
va de los suyos el alma.
Y en rumbos tan desiguales
y tan contrarios vaivenes,
si el alma delira bienes,
acosan al cuerpo males.
Y amando el cuerpo la tierra,
y el alma adorando al cielo,
siempre están en su desvelo,
carne y espíritu en guerra.
-Pues si ya, el cielo ganando,
dejaste cárcel tan fiera,
¿por qué al aire, compañera,
vas esas lágrimas dando?
-Porque hay, hermana, en el suelo
seres que también se adoran,
y que, al dejarlos, se lloran
como al dejar los del cielo.
-Si el cielo que dejo escalas,
y al mundo voy que tú dejas,
llevemos, pues, tú mis quejas
y yo tu llanto, en las alas.
Y al mundo adonde me alejo,
cuando le muestre tu llanto,
muestra mis ayes en tanto
al cielo hermoso que dejo.
Y ya que fatídico arde
de mi cautiverio el día,
con Dios queda, hermana mía.
-Hermana mía, Él te guarde.
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