"Mirad, estamos subiendo a Jerusalén" (Mt 20, 17-28)
Señor Jesús, ¡qué bien que tu Evangelio de hoy nos recuerde que estamos subiendo a Jerusalén!: crisis general, una pandemia presente pero adormecida, una invasión injusta, injustificada y atroz, miles de personas obligadas a vagar en busca de un hogar en paz, colectivos parados reclamando sus derechos y una dignidad para su trabajo... y una humanidad cansada de casi todo.
Señor Jesús, estamos subiendo a Jerusalén.
Y esa subida trae consigo encontrarnos con nuestras propias debilidades y miserias, con nuestras injusticias y pecados, con nuestros relativismos e indiferencias, con nuestras cegueras y sorderas.
Te pedimos que nos hagas conscientes de lo que supone para nuestra vida y nuestra fe, subir a Jerusalén a tu lado.
Señor Jesús, haznos sentir lo que otros sienten y esperar lo que otros esperan.
Danos un corazón grande para amar y para involucrarnos vitalmente con las causas justas de nuestro mundo.
Haznos fuertes en la prueba, serenos ante la adversidad y equilibrados en nuestras decisiones.
Señor Jesús, que nuestra subida a Jerusalén nos haga más libres, más responsables y más auténticos.
Que subir a Jerusalén nos haga hoy más humanos, más sencillos y más confiados en Ti.
Así te lo pedimos. Así sea.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 20, 17-28
En aquel tiempo, subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino:
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará».
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
«¿Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
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