"Levántate y echa a andar" (Jn 5,1-16)
Señor Jesús, gracias. Abrir los ojos, levantarme, descubrir el regalo de un nuevo día y escuchar tus palabras de aliento y misión: "Levántate y echa a andar" ¡Qué más puedo pedir!
Señor Jesús, ante la guerra, ante el absurdo y el sin sentido de la violencia yo me levanto y echo a andar. Ante la injusticia y la desigualdad, ante la ley del mínimo esfuerzo y la queja continua por todo, yo me levanto y echo a andar. Ante la pobreza, la miseria generada por la codicia y la indiferencia, yo me levanto y echo a andar.
Señor Jesús, ante la falta de ternura y de cuidado, ante la ausencia de compasión y misericordia, ante nuestros débiles compromisos y nuestras palabras vacías, yo me levanto y echo a andar.
Señor Jesús, hoy yo me levanto y echo a andar y salgo a la calle para ser Buena Nueva en medio del mundo. Quisiera ser abrazo, caricia, ternura, escucha y compañía para quien lo necesite. Ayúdame a coger mi camilla y a seguir construyendo tu Reino.
Así te lo pido. Así sea.
Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 1-16
Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».
El enfermo le contestó:
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».
Jesús le dice:
«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».
Él les contestó:
«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».
Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
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