"Había un hombre rico y un mendigo llamado Lázaro" (Lc 16,19-21)
Señor Jesús, había y hay. Y nosotros, aunque parece que nos falta de todo, somos mujeres y hombres ricos.
Hay muchos lázaros, cerca y lejos de nosotros. Por eso esta mañana te pedimos:
- Haznos sensibles a las necesidades de los otros.
- Haznos cercanos a la situación en la que viven tantas personas a nuestro alrededor.
- Haznos compasivos ante el drama de la pobreza en cualquiera de sus formas.
- Haznos orantes, que en nuestra oración esos "mendigos" ocupen siempre el primer lugar.
- Haznos solidarios con quienes lo han dejado todo por salvar la vida.
- Haznos comprometidos con cualquier iniciativa que nazca para paliar el hambre.
- Haznos instrumentos de tu paz para que no practiquemos un silencio indiferente.
- Haznos conscientes de nuestras propias riquezas y capacidades para que así podamos compartirlas y ser para tantos, posibilidad y horizonte.
Señor Jesús, nos gustaría que en este día podamos hacer algo para que otros sientan que no están solos, que sepan que lo normal no es ser "mendigo" sino hijos de Dios, únicos e irrepetibles, con un nombre con el que Tú llamas.
Haznos más hermanos de los otros.
Así te lo pedimos. Así sea.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 16, 19-31
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo:
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».
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