lunes, 21 de marzo de 2022

MEDITACIÓN LUNES III DE CUARESMA C (P. Damián Ramírez)

“En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo” (Lc 4, 24-30)

Señor Jesús, aquí me tienes un día más, al inicio de una nueva semana. No está el patio para tirar cohetes, ni ningún sector está pasándolo bien. Tenemos un panorama que invita más a que nos quedemos en la cama y no a que salgamos por ahí a cantar y a contra nuestra Buena Noticia. Pero un día más te decimos: aquí nos tienes, envíanos.

Señor Jesús, hazme profeta. Hazme un buen profeta. De esos que hablan sin abrir la boca. De esos que cuando hablan no dejan lugar a la duda, no ahorran en verdad y no se dejan nada en el tintero. De esos que no temen a los que elevan la voz y dan miedo, pero que en verdad no tienen nada que contar.
 
Señor Jesús, hazme atrevido, voz de los sin voz, consuelo para los afligidos y abrazo para los desamparados. Hazme un profeta ligero de carga, libre, responsable, enamorado de tu evangelio y en tu Palabra, firme y eficaz, veraz y cercano.

Señor Jesús, hazme profeta. Hazme valiente, que denuncie la injusticia y me ponga al lado del más débil. Que no me asuste el juicio del que quiere derribarme, ni me achante el número de los otros cuando me quede solo con tu verdad. Que no busque tanto ser aceptado como aceptar, ser comprendido como comprender. Que sea hoy luz y caricia, motivo de encuentro y razón de alegría para otros. Que sea palabra de ánimo y motivo de esperanza para los demás. Que en Ti me encuentre y encontrándome te encuentren. 

Así te lo pido. Así sea.


Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 24-30

Habiendo llegado Jesús a Nazaret, le dijo al pueblo en la sinagoga:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naámán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.






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