En el cristal de un espejo
a los cuarenta me vi,
y hallándome feo y viejo,
de rabia el cristal rompí.
Del alma en la transparencia
mi rostro entonces miré,
y tal me vi en la conciencia,
que el corazón me rasgué.
Y es que, en perdiendo el mortal
la fe, la juventud y amor,
se mira al espejo, y... ¡mal!
se ve en el alma, y... ¡peor!
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