Niña preciosa,
niña hechicera,
ven a mi vera,
preciada flor.
Y con ternura
limpia mi llanto
con dulce canto
lleno de amor.
Deja que bese
tus labios rojos
mientras tus ojos,
con dulce calma,
miren ufanos
y tus pupilas
bellas, tranquilas,
lleguen a mi alma.
Deja que guste,
cual sibarita,
de tu boquita
la dulce miel...
¡No seas, chiquilla,
tan zahareña!...
Mira risueña.
¡No seas cruel!
Si no me quieres
de pena muero,
lo que prefiero
yo,
sin tu amar;
pues tengo, niña,
mi amor soñado
en tu encantado
rostro, sin par.
No hay comentarios:
Publicar un comentario