Señor mío Jesucristo, Rey de la gloria, librad de las penas del Purgatorio a las almas de todos los fieles difuntos; libradlas de las garras del león, para que no sean confundidas en los abismos, ni precipitadas en las tinieblas, sino que el Príncipe de los Ángeles, San Miguel, las conduzca a la morada de aquella eterna luz que prometisteis en otro tiempo a Abrahan y a su posteridad.
Os ofrecemos, Señor, súplicas y sacrificio de alabanza; recibidlas por las almas de quienes hacemos conmemoración; hacedlas pasar de la muerte a la vida. Amén.
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