EPIGRAMAS DE ALFREDO PALLARDÓ (1855-1929)

El que roba a una doncella
para casarse con ella
es loco y loco de atar,
pues hace ¡voto a Luzbel!
como el que roba un cordel
con que un día le han de ahorcar.
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Se vino al fin a dormir
componiendo un drama Aznar
y es que empezó a presentir
lo que había de ocurrir
a quien lo fuera a escuchar.
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Más de un vejete cazurro
conozco yo y no es embrollo,
que queriendo hacer el pollo
sólo logra hacer el burro.
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Matrimonio, ¿qué supone?
¿Matrimonio? ¡Esta es más negra!
Lazo que no hay quien abone,
pues la mujer te lo pone
y te lo aprieta la suegra.
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Desde los quince a los treinta
va a escape el amor del hombre,
de los treinta a los cuarenta
ya no anda más que al galope,
llega a los cuarenta y cinco
y es ya tan manso su trote
que por más que el seso aguije
todo un volcán de ilusiones,
perdidos ya los estribos,
ni anda, ni vuela, ni corre.
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Es por cierto nuestra era
era de precocidad.
Ya nada importa la edad,
y yendo de esta manera
tenorios con chichonera
será la posteridad.